La seguridad y la prosperidad de Centroamérica están inextricablemente vinculadas a las nuestras, ya que el verano pasado se nos dio un recordatorio de esto cuando miles de menores sin acompañante se presentaron en la frontera suroeste.
Las economías de El Salvador, Guatemala y Honduras siguen estancadas mientras el resto del continente americano sigue adelante. La combinación de falta de educación, corrupción institucional, delincuencia desenfrenada y falta de inversión evitan que estos países prosperen. Seis millones de jóvenes centroamericanos ingresarán a la fuerza laboral en la próxima década. Todo el hemisferio occidental sufrirá las consecuencias si a estos jóvenes no se les presenta una oportunidad.
Enfrentarse a estos desafíos requiere nada menos que un cambio sistémico, el cual nosotros en Estados Unidos tenemos un interés directo en ayudar a que se logre. Con ese fin, el Presidente Obama le pedirá el lunes al Congreso que destine $1,000 millones de ayuda para que los líderes de Centroamérica realicen las difíciles reformas e inversiones necesarias para encargarse de los desafíos entrelazados entre sí con respecto a la seguridad, el gobierno y la economía de la región. Esta cifra es casi tres veces de lo que generalmente le hemos brindado a Centroamérica.
El verano pasado, cuando nuestros países trabajaban juntos para detener el peligroso aumento de la migración, los líderes de El Salvador, Guatemala y Honduras pidieron más ayuda para cambiar el clima de violencia y pobreza endémicas que ha detenido su progreso. En junio, les dejé en claro a estos líderes que Estados Unidos estaba dispuesto a apoyarlos, siempre y cuando se hicieran cargo del problema. El Presidente Obama les hizo entender este punto a los líderes cuando visitaron Washington en julio, y ellos respondieron ante la situación. El gobierno de Honduras firmó un acuerdo con Transparencia Internacional para combatir la corrupción. Guatemala ha eliminado altos funcionarios sospechosos de corrupción y de ayudar al tráfico de personas. El Salvador aprobó una ley que proporciona nuevas medidas de protección para los inversores. En colaboración con el Banco Interamericano de Desarrollo, estos tres países establecieron un plan conjunto de reformas económicas y políticas: una alianza para la prosperidad.
Estos líderes reconocen que es necesario esforzarse enormemente. Nos comprometimos a intensificar nuestra colaboración en tres áreas.
En primer lugar, la seguridad es lo que posibilita todo lo demás. Podemos ayudar a estabilizar los barrios mediante vigilancia policial con participación comunitaria y erradicar las redes criminales trasnacionales que han transformado a Centroamérica en un caldo de cultivo para el contrabando de drogas, el tráfico de personas y los delitos financieros. Algunas comunidades de Guatemala y El Salvador ya están viendo los beneficios de los programas iniciados bajo el auspicio de Estados Unidos sobre policía comunitaria, capacitación especializada para cuerpos policiales y centros juveniles similares a los Boys and Girls Clubs de EE. UU. Al redactar el proyecto de ley de justicia penal de Estados Unidos en 1994, aprendí que estos programas pueden reducir el crimen.
En segundo lugar, la buena gestión pública genera los trabajos y las inversiones que necesita Centroamérica. En la actualidad, la percepción general es que el sistema judicial, la contratación estatal y la recaudación de impuestos no son transparentes ni justos. Las tasas fiscales efectivas de estos países se encuentran entre las más bajas del hemisferio. A fin de atraer las inversiones necesarias para promover un progreso real y perdurable, deben recaudar y gestionar los ingresos de forma eficaz y transparente.
En tercer lugar, no hay suficiente dinero en el erario del gobierno, ni siquiera con la ayuda de Estados Unidos y la comunidad internacional, para abordar el nivel de necesidad económica existente. La única manera en la que las economías centroamericanas pueden crecer es atrayendo inversiones internacionales y aportando argumentos convincentes para que sus ciudadanos inviertan en sus propios países. Esto requiere el establecimiento de reglas y normas claras, garantías para los inversionistas, un sistema judicial confiable que emita fallos justos, un gran esfuerzo para erradicar la corrupción, mecanismos de protección de la propiedad intelectual y transparencia que garantice que la ayuda financiera internacional se utiliza de manera responsable y eficiente.
Estamos listos para colaborar con las instituciones financieras y el sector privado a fin de ayudar a que estos países capaciten a sus jóvenes, faciliten el inicio de negocios y garanticen que las empresas locales aprovechen al máximo los tratados de libre comercio con Estados Unidos.
Nos esperan desafíos formidables. Sin embargo, si existe voluntad política, no hay ninguna razón por la que Centroamérica no pueda convertirse en la próxima historia de éxito del hemisferio occidental.
La región ya fue testigo de este tipo de transformación. En 1999, lanzamos el Plan Colombia para combatir el tráfico de drogas, la pobreza extrema y la corrupción institucional que, en combinación con una insurgencia feroz, amenazaban con convertir a Colombia en un estado fallido. Quince años después, Colombia es un país transformado. Al ser uno de los arquitectos del Plan Colombia en el Senado de Estados Unidos, quiero señalar que el ingrediente clave fue la voluntad política que demostró ese país. Colombia se benefició de gozar de líderes que tuvieron el valor de realizar cambios significativos en materia de seguridad, gestión pública y derechos humanos. Las élites aceptaron pagar impuestos más altos. El gobierno colombiano reformó el sistema judicial, investigó y acreditó a las fuerzas policiales y reformó los reglamentos de comercio para abrir su economía. Estados Unidos invirtió $9,000 millones en el transcurso del Plan Colombia, destinando al país $700 millones el primer año. No obstante, nuestras cifras muestran que Colombia gastó cuatro veces más que nosotros.
El costo de invertir ahora para lograr que la región de Centroamérica sea segura y próspera es ínfimo en comparación con los costos de dejar incubar la violencia y la pobreza.
El Sr. Obama me pidió que me encargara de esta iniciativa. Por primera vez, podemos concebir un continente americano que es mayoritariamente de clase media, democrático y seguro, y trabajar para conseguirlo.
Es por ello que le estamos pidiendo al Congreso que colabore con nosotros. Juntos, podemos ayudar a que Centroamérica se convierta en un símbolo del formidable resurgimiento del hemisferio occidental en vez de ser la excepción.
###
En una columna exclusiva de opinión que fue publicada en el New York Times, el Vicepresidente anunció el presupuesto de la Administración para el Año Fiscal 2016 de $1,000 millones para ayudar a los países en Centroamérica. La columna de opinión se puede leer AQUÍ.